Las almas de los difuntos se pueden dirigir al cielo, a una montaña o a
un lugar alejado de la Tierra, donde se encuentra una aldea semejante a la de
los vivos.
Encender fuego y depositar algunos alimentos al lado de una sepultura
reciente es una práctica habitual. También se producen ritos de purificación de
los parientes del difunto y de las personas que han estado en contacto con el
cadáver. Algunos ritos se utilizan para alejar el espíritu de la aldea y
dirigirlo hacia su nueva morada.
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